Cuando quedé discapacitada por primera vez, me sentí perdida e insegura sobre lo que me deparaba el futuro. Pero sabía que tenía pasión por crear y quería hacer algo que me permitiera canalizar esa pasión y, al mismo tiempo, proveerme económicamente. Fue entonces cuando descubrí el mundo de las calcomanías para toboganes de agua, calcomanías de vinilo y pegatinas.

Al principio, solo hacía experimentos en mi garaje, tratando de entender cómo funcionaba todo. Pero cuando empecé a perfeccionar mi técnica, me di cuenta de que había una demanda real de calcomanías y pegatinas personalizadas. La gente quería personalizar sus vehículos, computadoras portátiles, botellas de agua y más con diseños únicos, y yo estaba más que feliz de brindar ese servicio.

Con el tiempo, mi pequeña empresa empezó a crecer. Invertí en mejores equipos y materiales, perfeccioné mis habilidades y amplié mi oferta de productos. Pero, sin importar cuánto crecí, nunca perdí de vista lo que era más importante para mí: crear algo que mis clientes realmente quisieran.

Ahora, me enorgullece decir que mi pequeña empresa es un éxito próspero. Puedo mantenerme a mí misma y a mi familia haciendo algo que realmente me apasiona, y todos los días me despierto emocionada por ver qué nuevos diseños personalizados me pedirán mis clientes. Ya sea un gráfico de vinilo llamativo para la ventana de una tienda o una calcomanía extravagante para la lonchera de un niño, siempre estoy lista para el desafío. Y realmente creo que eso es lo que me distingue: mi dedicación inquebrantable a la satisfacción del cliente y mi pasión inquebrantable por crear hermosos diseños que las personas puedan apreciar durante años.